sábado, 8 de abril de 2017

Abuelon

Desde que te diagnosticaron esta enfermedad que finalmente, ha podido contigo, llevamos temiendo este día. Y ese miedo a que ya no estuvieses con el paso del tiempo se convirtió en una especie de aceptación. Aceptación porque te hemos visto dejar de ir al bar a jugar a las cartas, de andar por el pueblo o incluso de salir de casa, y no te lo merecías porque eres la mejor persona que he conocido nunca.
Hoy sabemos que ya no sufres y puedes descansar en paz.
Abuelito, o como siempre te he llamado con ternura, abuelón, creo que aunque ya lo sabes tengo que empezar diciéndote que te queremos, que ya te estamos echando de menos y que siempre estarás junto a nosotros.
No he conocido a nadie tan cariñoso y tan humilde como mi abuelo. Daba igual como le fuese el día para contar mil chistes a quién viniese a visitarle, para ofrecerle cualquier cosa para tomar, para beber o para llevarse. Su alegría cada vez que veníamos a casa no la paga el dinero.
Los chistes nunca hicieron mucha gracia pero nos ponía contentos su felicidad al contarlos, sus carcajadas sinceras, su alegría por que estuviésemos con él.
Y esque ese fue Carlos Martínez, un hombre que vivió para su gente, que trabajó duro toda la vida para darle todo lo posible a su mujer y a su hija, que iba a Burgos a visitar a su nieto y que no se iba de la Marina hasta que no se gastase todo el dinero que tenía encima en mis chuches. Hasta sus últimos días quiso saber y encargarse de lo que ya no podía entender. Hasta sus últimos días quiso ser feliz con nosotros.
Realmente no se expresar en palabras lo que significa para mí que la próxima vez que llegue al pueblo no estés esperándonos en el salón, con una sonrisa de oreja a oreja por volvernos a ver, ni que la próxima vez que llame no diga "abuelón" y tu no me contestes "Marian".
Ahora nadie nos va a cantar canciones cuando nos despertemos en fiestas o nos va a pedir despúes de comer "una galletica de esas".
Vimos como la vejez se ensañó contigo, cómo a veces no nos reconocías, como te costaba andar cada vez más, pero siempre te importó poco como te fallaba el cuerpo para decirnos alguna tontería que nos hiciese reír. ¿Cómo agradecerte lo que has luchado por seguir aquí solo por estar con tu familia un poco más?
Abuelo, allá donde estés, esperanos, que algún día volveremos todos a visitarte. Vete pensando qué anécdota nos vas a contar y sobretodo, en decirnos que "qué gracia tenemos".
Por último y como me dijiste el otro día, abuelon, lo más importante que nos dejas en el testamento es que seamos felices toda la vida, y ojalá lo seamos, por lo menos, lo mitad de lo que lo hemos sido contigo.
Te quisimos y te querremos, atentamente, tu nieta favorita.



(No se lo digas a nadie, pero eres lo mejor que he tenido en esta vida. Quizás es porque somos iguales y porque eres mi ídolo, ojalá algún día ser como tú).

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